lunes, 15 de julio de 2013

Yunuen Esmeralda Díaz


Yunuen Esmeralda Díaz


Foucault pensaba en nuestra época como en un mundo de heterotopías, un conjunto de territorios yuxtapuestos, cambiantes, intermitentes: flujos de situaciones y deseos sobre un espacio que transmuta indefinidamente.  Bajo esta concepción, el territorio reclamaría su reinado en contra del monopolio del tiempo; ya no nos percibimos como sujetos sometidos a un proceso histórico sino como seres circunstanciales, envueltos en redes de relaciones en las que  los lugares y las personas a nuestro alrededor nos posicionan en el mundo. El topos se desorganiza y reorganiza de maneras diversas, la tierra prometida se craquela y cada cual debe aprender a transitar por sus fragmentos, entre sus multiplicidades, a unir los trozos y elaborar con ellos un sentido.

En las obras de Víctor Mora apreciamos esta afluencia de experiencias que convergen sobre el lienzo, el tiempo es tan sólo un espasmo que deja algunos rastros tras su exhalación: etiquetas, pequeños afiches, sobres, patrones sepia. La identidad como elemento inestable que se reconstruye en vestigios, en el encuentro con una ciudad tentacular, irreverente, plagada de elementos en fuga que nos abisman en el desasosiego.
Con sus chorretes el artista insemina la obra, brota en ella, presenta una cascada de imágenes que nos recuerdan el sobrecogimiento de lo cotidiano: el juego de expectar y estar adentro, de transitar por esas carreteras que ondulan sobre un espacio multicolor, festivo, nostálgico, abierto en las entrañas.

Dos horizontes se abrevan en su obra: la ciudad en tanto experiencia y lo femenino como escaparate. Los patrones son reminiscencias de un tiempo en el que el cuerpo hallaba su medida en las prendas, antes de la homologación impuesta no sólo en el vestido sino en el cuerpo y los deseos. Los maniquíes revelan la seriación y normatización de una estética posmoderna, que el artista intenta  dotar de singularidad. Hay la pregunta por el cuerpo y sus fantasmas, los recuerdos que cobran vida en el papel, los patrones, las revistas viejas.  Hay la pregunta por el otro, por lo otro, por lo nuevo y lo viejo que subsisten en un mismo espacio hasta copular; por la imagen y su desdoblamiento, sus pliegues y su repetición, la experiencia que se desenvuelve como un rizoma para expandirse sobre el espacio y asirse a lo efímero de la existencia.